En el último año cerraron 56 sucursales en todo el país y se ajustó la cantidad de personal. Como consecuencia de la pandemia cambió el modelo, los clientes se acostumbraron a realizar transacciones vía Internet.
La nueva normalidad que atraviesa el mundo a dos años del inicio de la pandemia se vive con cambios en el sistema financiero. Aunque la mayoría de las entidades bancarias diga que no ha cerrado sucursales en este tiempo ni planea hacerlo en un futuro cercano, en el paisaje urbano aparecen otro modelo de oficinas de atención al público.
Según los datos del último Informe de Inclusión Financiera, publicado por el Banco Central a fines del mes pasado, en el último año se cerraron 56 sucursales de bancos, que pasaron de 5.275 en diciembre de 2020 en todo el país a 5.219 en diciembre último. Al mismo tiempo, los “puntos de acceso al sistema financiero” para los argentinos se duplicaron desde fines de 2016.
Acelerada por la pandemia, la digitalización transformó el negocio bancario. Con una mayor proporción de trámites que se hace por los canales virtuales, las sucursales físicas de las entidades se mutaron de espacios de transacción, a puntos de asesoramiento o consultas.
Si bien la enorme presencia del efectivo, en una economía como la Argentina con altos niveles de informalidad, le pone un techo a la digitalización, los bancos redireccionan su modelo de negocios a este paradigma. No es un fenómeno local: tal como cita el Banco Central en ese informe “a nivel global existe una tendencia a la reducción progresiva de la cantidad de sucursales como consecuencia del crecimiento de los servicios financieros digitales y de una estrategia de las entidades”.
En países como España o Gran Bretaña, el achique de la banca en el mundo físico ya es una realidad desde hace muchos años. Según datos del Banco Central Europeo (BCE) sólo desde 2016 a 2020 la cantidad de locales de atención al público en el viejo continente se redujo un 20%. Sólo en España el escenario bancario se transformó y las entidades cerraron una de cada tres sucursales en este mismo período.
Mientras los bancos reconocen que re perfilan su modelo de negocios, los empleados desconfían del nuevo escenario. La Asociación Bancaria denunció a fines de 2021 el plan del Banco Santander para cerrar por lo menos 100 oficinas de atención al público, pero la iniciativa fue negada por la empresa de capitales españoles.
Una fuente de la agrupación sindical afirmó a Clarín que no hay despidos en el sector, pero si acuerdos de partes o pre jubilaciones. “Los motivos son varios, el avance tecnológico, la pandemia o la maximización de ganancias que pretenden los bancos”.
También en base a información oficial recopilada por el Banco Central puede saberse que, en el último año, los diez primeros bancos del sistema financiero local redujeron su dotación de personal en un total de 1.835 puestos de trabajo. En diciembre de 2019 había 49.525 personas que trabajaban en las entidades financieras, número que se redujo a 45.791 en septiembre del año pasado, último dato disponible.
Lo cierto es que muchas sucursales se remodelaron: con menos clientes en las líneas de cajas, los diseños priorizan los espacios abiertos y “de trabajo”, donde los empleados puedan “asesorar” a los clientes en la forma de utilizar esos mismos canales digitales, a la vez que ofrecerles asistencia respecto del manejo de su dinero.
Los perfiles nuevos buscados por las entidades financieras también cambiaron: ya no se priorizan tanto las habilidades contables, como las relacionadas con la programación, la experiencia del cliente y el diseño. En las entidades dicen que estas transformaciones se adecuan a las nuevas necesidades de los clientes. Así, los bancos compiten por el talento con las fintech, un sector prácticamente nuevo en el país que tiene entre 20.000 y 22.000 puestos de trabajo asociados.