Está por reabrir La Ideal tras un trabajo de un detallismo ejemplar. La tradicional confitería recuperará su esplendor de antaño.
En unos pocos meses reabrirá la confitería La Ideal luego de un gran trabajo de restauración y equipamiento. El cuarteto de confiterías históricas más importante de la Ciudad se podría armar con el Tortoni, Las Violetas, La Ideal y El Molino. El primero es uno de los negocios más viejos del país, está intacto pero transformado una atracción turística. Las Violetas reabrió restaurada hace unos años y se llena de gente. El Molino va avanzando en una obra histórica, informa Página 12.
La Ideal tiene un lugar especial en este cuarteto porque fue construida en 1910 e inaugurada en 1912. Es la única que tiene edificio propio, es la de más metros para disfrutar y la que se concentró en lo que era el state of the art de la época, la confitería vienesa. El resultado fue una suerte de institución que cultivaba las manías sociales del momento. Al entrar, se estaba en una confitería y repostería para llevar, donde se podían comprar masitas, bombones y confites. A través del portón interno, de roble y vidrios biselados, y de las vitrinas de bronce y vidrio, se podía ver el salón de planta baja, un café “para hombres”.
Las señoras eran recibidas los sábados junto a sus hijos e hijas, eran guiadas por el portero de uniforme y galera, y llevadas al ascensor Siemmens. El ascensorista, también de uniforme, las llevaba al primer piso. El salón se bañaba de luz, con mesas pequeñas con manteles, tetereras, platos superpuestos de masitas y triolets de sandwichitos. Esta especialidad explica que La Ideal fuera por añares el hogar informal de una de tantas sociedades de Damas Británicas.
La confitería entró en crisis, lo que se rompía no se cambiaba, lo que se partía se emparchaba. Atrás de los salones había un pequeño edificio que terminó lleno de muebles rotos. Los bronces dejaron de brillar, la vajilla se opacó, los baños dejaron de funcionar. El salón del primer piso se cerró y años después se usó como milonga, tapando con una losa de hormigón el óculo ovalado que lo comunicaba como un balcón con la planta baja y la hermosa baranda simplemente desapareció. La Ideal se fue apagando.
Hace cuatro años, con la pandemia de por medio, el arquitecto Alejandro Pereiro, respaldado por los nuevos dueños, tiene a cargo la restauración de La Ideal. Ya se pueden ver los pisos como espejos, el original de mármol había sido reemplazado por un granítico y ahora volvió a ser mármol de colores combinados. Los bronces de lámparas y arañas se desarmaron, se pulieron y se laqueó al horno. Las lamparitas fueron elegidas cuidadosamente para dar el tono justo y ser dimerizables. Se importaron dos mil foquitos.
Las boisseries ya no son oscuras, porque no tienen ni el teñido original ni el siglo de humo pegado a la madera. Todo fue desarmado, limpiado, remontado y arreglado donde faltaban partes, y muestran tonos de maderas más claras. El mostrador con la heladera industrial fue restaurado, con piezas faltantes copiadas, sigue siendo la única heladera pública con espejos. Los baños fueron equipados con boisseries al estilo del salón y enormes lavamanos de época comprados y vueltos a esmaltar. Cada uno tiene un armario oculto con elementos de limpieza.
En el primer piso, el ascensor fue desarmado, pulido y restaurado como si fuera una pieza de arte religioso pero con motor nuevo y sistema digital. Se sube, se abre la puerta tijera y lo primero que se ve es una suerte de kiosco, una pajarera de vidrios y bronces rematada con un capuchón de vitrales coloridos. Al entrar al salón se vuelve a ver la hectárea de mármol, los bronces, la boisserie y el óvalo reabierto, cercado con el único toque moderno del proyecto, un muro de vidrios templados y curvados.
El cielorraso se abre. Se va a ver un largo espacio rectangular con extremos perfectamente semicirculares rematado por una bóveda de cañón corrido con una suerte de enrejado dorado y vitrales en los extremos. El enrejado es de cartapesta a la italiana de 1910, una mezcla de yesos y fibras de yute. Fue dorada a la hoja, como los capiteles y molduras de los salones.
El remate del edificio era un techo a dos aguas de metales y ladrillos. Hoy es transparente, al caer el sol tiene un sistema de luces propio. En ese desván está el taller de moldeado que permitió reemplazar capiteles y molduras perdidas. El acceso al desván es por la “fábrica” de La Ideal: cocinas, panadería, laboratorio de chocolates, refrigeradores enormes, freezers, montacargas, paneles eléctricos, instalaciones de seguridad y de control climático, “Acá no hay nada a medias“, explica Pereiro a Página 12. La Ideal va a reabrir como restaurante, café y casa de té, con las butacas Tonnet restauradas o en copias mandadas a hacer con toda fidelidad.