(EDITORIAL) La esquina de la discordia. Por Martha Wolff

Fue una semana movilizante. Para los que no fuimos a Recoleta vimos lo que pasaba y fue preocupante. Fue más que una demostración, fue una invasión. Para la intervención policial hubo repudio, así como a las vallas que derribaron para su libre circulación. La multitud anárquica se autoabastecía para  concentrarse ante el edificio en el que vive su jefa. Lo que allí sucedió afectó a los vecinos por la falta de seguridad, los ruidos molestos, sus aceras ensuciadas y los destrozos de edificios, autos y acumulación de basura. Y también hubo escenario, autosuficiencia de la protagonista del desorden  para ser vista en vivo y en directo.

Esta puesta en escena merece recordar cómo se prepara un artista para protagonizar a un personaje. El actor debe estudiar el texto, reencarnarlo, memorizar el argumento, aprender a moverse, calcular sus silencios, ser lo máximo expresivo y sentirse otro. Cuando llega el día, ropa, maquillaje, peinado y memoria lo acompañarán. En el caso de Uruguay y Juncal, la primera actriz ya veterana de su rol, ahora experta en actriz callejera, estuvo rodeada y casi asesinada por alguien, por la cercanía que quería para saludarlos con una mano y luego golpearse el corazón con la otra. Una técnica para  demostrar amor a su pueblo hizo posible que alguien demostrara que no todo es amor en la vida.

La Justicia determinará si fue un acto independiente de un alienado o de un cuerdo anti partidario. Los que vimos en el momento fue muy contradictorio porque justo se le cayó un libro que iba a autografiar, luego el gatillo fallido, el apresar al agresor, el tumulto, la señora que continuó firmando y acompañando los cánticos y al final el clamor de espanto ante el haber sido posible su asesinato.

El después fue y es una tormenta de suposiciones, de culpables de odio de parte de los opositores al gobierno, a la Justicia y a la prensa, una típica maniobra para sumar lo que fueron sembrando desde el poder. Esto se repitió en el acto del viernes pasado, en Plaza de Mayo, cuando la actriz Alejandra Darín, lo manifestó aplaudida a rabiar en la concentración que se hizo como repudio en un día que no debió ser feriado. Tampoco debió el gobierno convocar a que todos se lamenten del atentado como pasando lista al mejor estilo fascista. Y vaya la paradoja, que el hermano de la disertante kirchnerista, en Venecia, el actor Ricardo Darín, era ovacionado por su actuación en la película “Argentina 1985”, donde hace del fiscal Strassera, quien puso preso a Videla en el juicio a la Junta Militar. Esta asimetría tiene un halo de esperanza de que la verdad triunfe sobre la mentira y el montaje ideológico para el cual  todo vale.

Demasiadas dudas sobre lo que pasó. Nada claro como el Río de la Plata al que Borges llamaba color marrón de león que contrasta frente al azul del Mediterráneo con el éxito de un film sobre los asesinatos del Proceso. Si se hace Justicia como lo hizo el fiscal Strassera, el del fiscal Luciani y el intento de justicia del fiscal Nisman, y se juzgue al  frustrado tirador, a los del Atentado a la Embajada de Israel y  AMIA y a todo lo oscuro que se tapa con el servilismo, como ciudadana espero el veredicto de los que ejercen un Poder Judicial independiente y no de los dependientes para limpiar conciencias color marrón.

 

Por Martha Wolff

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